Juárez tirasup
¡Mátenlos, quémenlos vivos…!

Sobre el primo Jerásimo

¡Mátenlos, quémenlos vivos…! 21 de marzo de 2022

*Publicado originalmente el 22 de junio de 2005 por Tomás Mojarro

Tomás Mojarro

Chihuahua, Chih.

Publicado originalmente en junio de 2005, el presente texto de Tomás Mojarro -en el que recrea magistralmente a uno de sus icónicos personajes, el primo Jerásimo- da cuenta de lo que ya era, entonces, Zacatecas, tierra del "narco".

Salimos ilesos, bendito sea el Nazareno. Los caballos de fuerza del volks. se impusieron a los caballos matalotes de unos lugareños alebrestados que atrás se quedaban gritándonos vituperios, lástima de corretizas, imprecaciones, garrotes y piedras y latas de gasolina. Lástima para los payos…

¿Que si en Las Güilotas, Zac., no hay mejor medio de transporte que cuacos y burros? Válgame, pues por supuesto que sí los hay. Allá, miren, pura camioneta blindada, y de armamento AK-47 y bazukas antitanques, cohetes antimisiles y misiles Scud. 

Lo que nos salvó fue que todas las fuerzas vivas de la región son aliadas de los pasajeros que ahora ocupaban el asiento trasero del volks., o sea mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., y su hermana Tencha chica, hija de mi tía Tencha grande y prima mía, que ficha en El Burro de Oro bajo nombre artístico de La Princesa Tamal. Ella, que a gritos y sombrerazos y desde la ventanilla del volks. seguía intercambiando con los linchadores frustrados su ardorosas mentadas de madre. 

Yo, el acelerador hasta el fondo y aquella plegaria al Santo Niñito de Atocha…

¿El Jerásimo, mientras tanto? Ese, cucaracheta de miércoles, en mi cucaracheta se atejonaba el muy cobardón, pegando aquellos amamantones al ánfora cacardiosa. Y la voz rajueleada por el espanto:

– ¡Acelera, por tu madre! ¿No da más la tiznadera esta, bigotón?

Y fue así, lástima grande, como se fue atronchar, flor de un día, la buena intención de mis primos carnales, después de que él a base de labia y ella a punta de lengua lograron que este pentonto aceptase llevarlos en el volks. hasta los derrumbaderos de su solar natal. Qué de imposibles no logre lengua como esa húmeda, roja, traviesa viborilla de La Princesa Tamal.

Las Güilotas: un poblacho todavía ayer pardo de toloaches, huizapoles, terregal; uno que hace unos ayeres se asfixiaba de calor y resequedad en la medianía de una geografía ingrata, y que hoy (dólares y visión progresista) cierto gremio que nombran «cartel» realizó el milagro de que el erial floreciera de vida, verdor, flores: amapolas y matas de yerba de lozano color. Yo, todo adentro (el acelerador): «Jesucristo, aplaca tu ira, tu justicia y tu rigor».

¿Que mis consanguíneos qué fueron a hacer sus bebederos? ¿Que por qué el intento de linchamiento? Fue así, tomen nota:

Borracho, rastrero, servil, baquetón (priísta, en otras palabras), mi primo el Jerásimo es licenciado del Revolucionario Ins., fanático ayer de cualquier Salinas y fanático hoy de cualquier Madrazo. El Jerásimo: su disciplinada carrera de lambiscón le ha reportado un solo merecimiento, y esto en algún sexenio del pasado pluscuamperfecto: jefe de manzana. Suplente. Por cuanto a mi prima Tencha chica…

Ella, adicta a la Gordillo, formóse un currículo a base del puro currículo, vale decir: a quiebres de nalgas y caderazos, como jefa de animación del Revolucionario Ins. en uno de sus sectores: el popular, ese hoy difunto UNE, Ciudadanos en Movimiento, hoy la difunta CNOP. En la entrepierna una tanguita color de rosa, rosa mexicano, y pendiente de las caderas una cola que le pisen, cola de rumbera, puro olanes y colorines, ahí, sobre el triplay del presidium o encima de la mesa del comelitón, cencerro y matraca en las manos, y los gritos de apoyo al «distinguido priísta» en turno:

– ¡Chíquitibún-a-la-bím-bón-bán! ¡El lic, el lic!»

Cayó Zedillo. Labastida calló. Calló y cayó la Gordillo. Caída con ellos, La Princesa Tamal cayó hasta la ficha (un caldero), y fue así como cedió y se dio a la distinguida clientela de El Burro de Oro hasta que su buena fortuna le aprontó a aquel al que pepenó Las Güilotas (Zac), y esa fue su salvación: ese parroquiano ocasional la conectó con el cartel de aquella región casi tan virgen como la propia Tencha, y de ahí pal rial…

Ahora yo, a salvo ya del linchamiento, por la carretera discurría sobre las acciones de mi prima y su consanguíneo en Las Güilotas: control de toda la droga, venta al menudeo, lavado de dinero, prostitución, pornografía infantil, situación que a los payos dejaba indiferentes. 

Pero la ambición de la Tencha la desbordó: un banco de ahorro popular (el Jerásimo, gerente general) que de un día para otro se declaró en quiebra, dejando sin sus ahorros a los lugareños. ¡Y el gerente les pedía cooperación voluntaria para el rescate bancario! Restalló la ira popular. Yo, ahora, todavía trémulo tras el sofocón:

– Pero ustedes, aborrecidos por todo un pueblo, ¿por qué fueron a cometer la locura de regresar a la escena del crimen? ¿Para qué? No entiendo.

– ¿Cómo de qué para qué? Oilo. Pues para limpiar nuestra imagen nosotros también. ¿O ese derecho sólo lo tiene otro hampón, Raúl Salinas..?

Pensé en ese cínico: en todo ese cínico cartel de predadores Salinas. Dios. (¡Línchalos!)