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Una burbuja en un campo de alambres de púas

El amor

Una burbuja en un campo de alambres de púas 18 de diciembre de 2023

Alfredo Espinosa

Chihuahua, Chih.

1.- El abrazo de los cuerpos son las señales que un alma le hace a otra.

2.- El amor posee una naturaleza salvaje. Cuando pretendemos asirlo se escabulle; encerrarlo en nuestro corazón y nos esclaviza, controlarlo y en sus manos nos convierte en marionetas tristes. Cuando nos abandona, conocemos de su ferocidad como un amputado insensato que ha querido medir fuerzas contra el ferrocarril. 

3.- A diferencia de los animales, en que el sexo es simple expresión de los instintos, la sexualidad entre las personas es siempre erotismo, hijo de la imaginación.

Los animales obedecen un patrón preconcebido dictado desde los genes, y aunque puede llegar a ser regulado por las circunstancias geográficas, climáticas, etc., sus cortejos y sus posiciones sexuales son inmodificables.

En contraste, en los humanos cualquier sexo, por más instintivo que éste sea, no evita que posea una dimensión metafórica, una pizca de imaginación, un acto de fe, algo de ilusión, una pócima mágica, y una esperanza recóndita: la esperanza de la cristalización, de encontrarse con el amor.

4.- Los animales no imaginan; las personas sí, por eso el sexo es siempre erotismo. Y ambos, sexo y erotismo, están movidos por el deseo, esa inagotable fuente de fantasía. El deseo puede sublimarse, pervertirse, cristalizarse, condensarse; puede expresarse con ferocidad o ternura, reprimirse o comportarse licenciosamente.

5.- ¿Se reproduce en la sociedad, como con las personas, lo que ocurre en el gallinero o en la selva o en el establo? Los machos buscan el mayor número de hembras, mientras las hembras buscan al mejor macho.

La hembra arriesga mucho más que el macho. En la mayoría de las especies, el macho se sacude simplemente dentro de ella y eyacula, pero la hembra se preña, y el embarazo sucede a costa de sus sacrificios, así como el siempre difícil o incluso traumático alumbramiento y su crianza posterior. Quizá por ello, el macho persigue y la hembra huye o pelea intentando evitar la posesión del macho.

En las personas el mundo animal tiene similitudes tan importantes como sus diferencias. Es todavía extremadamente raro encontrar a una mujer violadora o, incluso, que se mueva con la facilidad y sencillez que un hombre respecto a la actividad sexual. 

6.- Como en la prehistoria, los encuentros sexuales o amorosos de esta época tienen mucho de azar, de impulsos naturales y de necesidades circunstanciales.

7.- El enamorado construye un mundo ilusorio dentro de un mundo real. Una burbuja de jabón en un campo de alambres de púas. La intimidad se cultiva con esmero aunque la sociedad exija jornadas extenuantes. 

En la relación amorosa, ambos abandonan la soledad y se vinculan milagrosamente: los engranajes funcionan, la otra mitad de la naranja nos completa. La fragmentación, el descuartizamiento que la sociedad ejerce contra cada uno de ellos, son reparados por unas manos cariñosas. Una voz susurrante que dice nuestro nombre nos salva del anonimato social. 

Cuando los enamorados logran mirar esa realidad aún cuando se disfrutan en el poderoso refugio blindado del amor, no dejan de sentirse amenazados y zozobrantes. De ese modo toman conciencia de su vulnerabilidad. Pero ésta es mayor cuando saben que la felicidad que los invade depende, no solamente del mundo adverso, sino de esa persona con la que se embriaga de besos y arrumacos y que en cualquier momento puede decir no. 

8.- El sentimiento amoroso es la simple atracción de una persona hacia otra, pero el modo en que ambos se atraen sí depende de la época y la sociedad en que esas miradas se entrecrucen.

9.- El amor es un integrador de cualidades. De hecho, hablamos del amor cuando una persona percibe a otra persona en su totalidad y a plenitud.

10.- Conquista es posesión. Pero lo que se posee no es tan significativo como aquello que se pretende conquistar. Pertenecer a alguien pierde interés en el juego social, aunque puede ganar en la estabilidad, porque ya se está en el mundo como en una cárcel. No obstante, la posesión recupera su importancia cuando está amenazada con perderse.

11.- Todo equilibro es precario entre dos personas autónomas; todo lazo se fragiliza si alguno de los dos lo tensa insensatamente. La pareja presuntamente madura puede ser sorprendida en cualquier momento por una demanda insatisfecha, por una tentación, por un inesperado ataque contra sus fortalezas, por un arrobamiento inesperado. 

Una mirada, apenas, una sonrisa, un desliz, pueden convertirse en una catástrofe para esa burbujita de cristal que es el amor. La dicha de uno puede demoler al otro cuando se entrega a un tercero. Los golpes más demoledores los recibimos, no de nuestros enemigos, sino aquellos que amamos.

12.- Quizá la sabiduría más honda a la que puede arribar una pareja es la de conocer que el amor fluye transformándose constantemente, pero por desgracia las criaturas que unió en su nombre no logran, frecuentemente y en su abrumadora mayoría, adaptarse con la rapidez y eficiencia que requiere ese río de corrientes insólitas que es el tiempo y sus accidentes. Y eso abre una hendedura que presagia la separación de los amantes.

13.-Quien ama ofrece, como dice Borges, “explicaciones de ti misma, teorías acerca de ti misma, auténticas y sorprendentes noticias de ti misma”. El amor multiplica a la persona y hace que en ella aparezcan personalidades desconocidas, versiones inéditas de sí misma, nuevos deseos que afloran intempestivos, o que gruñen en el sótano.

Foto: Pintura «MariGata y GatoFredo» de Alfredo Espinosa