Juárez tirasup
La vida está en otra parte

La vida está en otra parte 24 de agosto de 2025

Alfredo Espinosa

Chihuahua, Chih.

Mientras los actores políticos se olvidan " de quiénes son, y acaso, para ellos carezca de importancia, y hablan de lo que van a hacer y que nadie hizo, y se entretienen en el juego de las sillas, el baile de las máscaras y la danza de los simulacros. Qué güeva.

Me interesan mucho más los libros y las conversaciones de los grandes autores con interlocutores inteligentes. 

Hace años, cuando conversaban Borges y Sabato, ambos coincidieron que escribir para los periódicos significaba escribir para el olvido. 

Y en efecto, nada es más viejo que el periódico de ayer. El periódico da noticia del instante y la anécdota y por su misma dinámica le es imposible detenerse en un análisis más profundo; si lo hiciera, haría de cada nota roja una novela, de cada anecdotario político nuevas versiones de la obra teatral de El Gesticulador de Usigli. 

La verdad oficial que pasa rumbo a las cañerías, es la que manejan los medios de información o la que se ofrece desde el púlpito de la Mañanera.

Por suerte, la libertad y la verdad anárquica, transitan por las redes.

Anoche, durante el largo periodo de desaliento del que se suelen cargar los insomnios, encontré a uno de mis autores favoritos: E. M. Cioran, un rumano que escribía en francés, porque necesitaba escribir, decía, en una lengua salvaje, en una lengua de borracho. 

De Cioran, un nihilista radical tomé este aforismo para definir y contextualizar uno de mis libros, Obra negra, novela que de haber lectores medianamente interesados en Chihuahua, hubiera causado un gran revuelo: “Un libro debe hurgar en las heridas, provocarlas, incluso. Un libro debe ser un peligro”. 

Cioran gustaba conversar con los campesinos de su tierra y encontraba entre ellos la filosofía de vida que lo nutrió: “Esos campesinos no creen en nada, se sienten aplastados por la historia, piensan que el hombre está perdido, que no hay grandes cosas por hacer sino las que hace por sí mismo”. 

Del conocimiento del alma de esas víctimas de la historia siempre soñadora de mejores tiempos en boca de los políticos, y siempre devastadora en la realidad, escribe Cioran. Escribe libros desesperados, fragmentados, descuartizados, como los cuerpos de las víctimas de la historia. 

No escribe para que alguien aprenda, sino con un fin utilitario y egoísta: “Para aliviar mis tensiones, para desalojar mis obsesiones. Mis libros han nacido de mis malestares y sufrimientos. Escribo con pasión sobre quienes van hacia la catástrofe: no soy un pesimista sino un violento, eso es lo que hace vivificante mi negación”.

Cuando Cioran conversa con Fernando Savater (en octubre de 1977) y éste le pregunta para qué escribe, el rumano contesta esto: “si no hubiese emborronado papel, me hubiera matado hace mucho. Escribir es un alivio extraordinario. Se desprende uno de todo lo que ama, y sobre todo, de lo que uno detesta en uno mismo. Iré más lejos, si no hubiese escrito, hubiera podido convertirme en un asesino. He escrito para injuriar a la vida y para injuriarme, y así me he soportado mejor y he soportado mejor la vida”.

Yo escribo este raro editorial porque estoy convencido que es necesario escribir desde lo que somos, desde los impactos de lo político y social en cada uno de nosotros, en cada vida común y corriente, y no desde el poder, ni desde las imágenes del poder que se intentan imponer en la colectividad. 

Rechazo las realidades virtuales y mediáticas y, en cambio, me fascinan las historias donde palpita ese acertijo, esa interrogación ensangrentada que es el corazón humano.

Cuando observo los noticiarios y acontecimientos entre los actores políticos pienso en la lepra, en las fundas que abandonan las víboras cuando cambian de piel, o en esas cortezas que se trizan sobre los viejos árboles carcomidos, y me convenzo que la vida está en otra parte.

De hecho, coincido con Cioran cuando dice: “No actuamos más que bajo la fascinación de lo imposible: lo que equivale a decir que una sociedad incapaz de dar a luz a una utopía y de entregarse a ella está amenazada por la esclerosis y la ruina”.

Y nuestro actual sistema político mexicano está ya en un estado avanzado de estos dos diagnósticos.

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