Propaganda

Propaganda 10 de junio de 2025

José Woldenberg Karakowsky

Chihuahua, Chih.

El actual gobierno —y el anterior— no tienen ni un ápice de aprecio por la verdad, todo para ellos es propaganda. Y (creo) su propio discurso ya no distingue entre una y otra. Cocidos en su propio jugo, habitantes de un mundo autorreferencial, su labor es la de alimentar una ficción que sea propicia para hacer avanzar sus intereses.

Nada más.

Al día siguiente de las tristes elecciones del 1 de junio, en la que más del 87% de los ciudadanos le dio la espalda a esa deleznable jugarreta, la presidenta dijo que había sido un ejercicio “inédito, impresionante, maravilloso, democrático”.

Ya no esperemos un gramo de autocrítica, estamos ante una negación de la realidad que resulta preocupante por quien emite esa evaluación. Es claro que no se busca formular un, aunque sea, somero análisis de lo que sucedió, sino de dar el banderazo de salida a una catarata de repeticiones maquinales de esos adjetivos por parte de sus no pocas legiones de seguidores (en el sentido literal de la palabra).

Un mundo feliz que puede y debe prescindir de las evidencias.

Luego, con una retórica propia de las deformadas asambleas estudiantiles, se puso a comparar los votos emitidos en la elección de jueces, magistrados y ministros con los votos por el PAN y el PRI en 2024.

Si mal no recuerdo, es en tercero de primaria cuando se nos explica que no debemos comparar peras con manzanas.

Si la presidenta quería hacer una comparación de la participación en los más recientes comicios tendría que haberlo hecho con la participación en las elecciones federales de 2024. Y hubiera descubierto que mientras en aquellas participó el 61% del padrón, en las de ahora, la inmensa mayoría de las casillas fueron un páramo. Pero en fin…

 No se trata, desde el gobierno, de hablar con la verdad.

Su tarea es dotar de municiones retóricas a sus fieles y por ello no requiere —por lo pronto— hacerse cargo de eso que llamamos realidad. Pero puede suceder que la negación de realidades, sobre todo aquellas tan monumentales como una catedral, tarde o temprano los alcance.

No obstante, y a pesar de la repetición cansina de que ellos representan a un pueblo unificado, las elecciones de ese mismo día en Durango y Veracruz volvieron a develar un país cruzado por la pluralidad política.

Según los datos de los respectivos Programas de Resultados Electorales Preliminares (PREP), en Durango, la coalición PAN-PRI ganó en 15 municipios, la del Verde-PT-Morena 14, el PRI 5, MC 3 y Morena 2.

Y en Veracruz la coalición Verde-Morena 60, MC 41, PAN 34, PT 28, PRI 23, Verde 13, Morena 11, e incluso un independiente ganó.

Esas cifras refrendan lo que sabíamos o deberíamos saber desde hace tiempo: que México no cabe bajo el manto de un solo partido político, que la ficción de que uno de ellos encarna los intereses de un pueblo sin fisuras no es más que demagogia, una fórmula instrumental para colocar a los adversarios políticos en el campo del antipueblo.

Y es menester recordar que en las tan celebradas, por el oficialismo, elecciones de 2024, la coalición hoy gobernante alcanzó alrededor del 54% de los votos legislativos (que con una lectura sesgada y anticonstitucional de la ley lo hayan convertido en un 74% de diputados, es harina de un costal que hiede).

En suma, la negación de evidencias que subvierten la ficción discursiva de la coalición gobernante no anuncia nada bueno.

Puede perdurar, pero haciendo cada vez más irrespirable el ambiente político.

*Publicado por El Universal el 10 de junio de 2025