Pepe (Mujica) obliga a la comparación
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Pepe (Mujica) obliga a la comparación 18 de mayo de 2025

Luis Javier Valero Flores

Chihuahua, Chih.

Fallecido el martes pasado, el expresidente uruguayo, José (Pepe) Mujica recibió, inusitadamente, un reconocimiento casi generalizado. Vino de todos los confines del mapa político e ideológico mundial y especialmente del latinoamericano.

Por supuesto, también de los actores políticos mexicanos, en primer lugar, -¡Cómo iban a faltar!- de los gobernantes morenistas. Los partidos de oposición, como se esperaba, no fueron pródigos en esos reconocimientos.

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A propósito de su deceso y de lo que ocurre en México, pareciera oportuno analizar una percepción que crece en amplios sectores de la sociedad mexicana, impulsada por algunos actores del PAN y de la derecha más allá de los partidos, además de   las corrientes conservadoras presentes en la sociedad.

Para criticar la desastrosa obra de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en varios de los aspectos más importantes de la vida pública, han catalogado al expresidente, su obra y su partido, como de izquierda y más enfáticamente, como “socialista”.

«Así gobiernan los socialistas«, repiten.

En la visión del escribiente, no lo son, y su obra gubernamental, menos; los resultados de ésta lo evidencian y más si se les comparan con los de un gobernante socialista, como lo fue Pepe.

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Claro que deberían tomarse en cuenta las enormes diferencias entre ambos países, pero en abono del ejercicio habría que enfatizar en las enormes ventajas de México sobre el Uruguay, que se evidencian en el hecho de que nuestro país es -desde hace años, prácticamente desde la puesta en vigor del TLC- la 13a. economía del mundo, el noveno país exportador, el sexto con más turismo internacional y el 11o. más poblado.

Uruguay, en cambio, ocupa el lugar 86o en la economía mundial y el 133 por su población, con 3 millones 500 mil habitantes, apenas 500 mil menos que el estado de Chihuahua.

Claro, Uruguay no posee el inmenso problema de la inseguridad pública y el crimen organizado.

Pepe y su partido, desde sus orígenes y hasta la fecha se asumieron como de ‘izquierda’.

A pesar de ganarles a los dos tradicionales partidos existentes en su país desde 70 años atrás, el Partido Nacional y el Partido Colorado, no incluyeron en los equipos gobernantes a elementos provenientes de aquellos.

Si esto es así, entonces ¿Porqué no comparar a Pepe y AMLO, no por sus discursos -en los que son diametralmente distintos-, sino por su quehacer?

Pepe fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015 con un estilo austero. Mujica vivió hasta el último de sus días en la modesta cabaña que se le conoció.

Bajo su gestión, la pobreza bajó del 18% al 9% y la pobreza extrema prácticamente desapareció pues pasó del 1,1% al 0,3%.

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Eso se logró a través del otorgamiento de transferencias monetarias, pero condicionadas a la práctica de controles (revisiones periódicas) sanitarios, en los casos de los niños apoyados con programas, y de matriculación escolar, en el de los apoyos a los niños y jóvenes beneficiarios de los programas escolares.

De ese modo se aseguraba que los receptores fueran, en realidad, los inscritos en los programas como beneficiarios.

Bajo su gobierno hubo un crecimiento sostenido del 4,8% anual del PIB, acompañado, además, de una mejora significativa en la distribución del ingreso, medido con el Coeficiente de Gini (que mide la desigualdad, en el que el 0 es la máxima igualdad y el 1, la máxima desigualdad).

Bajo su gobierno pasó de 0.45 en 2010, al 0.39 en 2014, lo que ubicó a Uruguay como el país con menor desigualdad de América Latina durante esos años.

Entre las políticas aplicadas se incluyeron reformas laborales y aumentos al salario mínimo, que llevaron a una fuerte reducción del empleo informal.

Se fortalecieron los sistemas de pensiones y asistencia, lo cual impactó positivamente en la pobreza estructural, lo que fue impulsado por una política de aumentos salariales reales, con negociaciones colectivas y aumentos del salario mínimo y se instauró un Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) progresivo y cuya aplicación ayudó a redistribuir el ingreso.

Además, el gasto social fue focalizado. El Banco Mundial y la CEPAL confirmaron que el 20% más pobre de la población recibió una proporción creciente del ingreso nacional.

En su programa se aprobó una ley que permite la interrupción voluntaria del embarazo bajo ciertas condiciones; además, legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Promovió y logró la aprobación de una ley que reguló la producción, distribución y venta de marihuana por parte del Estado. Buscaba con ello una política de reducción de daños.

Al compararlo con el gobierno de López Obrador, mientras el de Mujica redujo la pobreza casi en un 50% (De 18.6 a 9.7%), el de la 4T la redujo en un 13.3%. Pasó del 41.9 al 36.3%.

Asimismo, Mujica redujo la pobreza extrema en un 72%, en tanto que López Obrador solo lo hizo en el 27% pues pasó del 7% al 5.1% en su gobierno.

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Las diferencias en el crecimiento económico son abismales. Mientras el gobierno de Mujica tuvo un crecimiento promedio anual del 4.8% del PIB, el de López Obrador tuvo un promedio anual de 0.81%. 

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Esta tasa fue la más baja desde el sexenio de Miguel de la Madrid ¡El que inauguró los gobiernos ‘neoliberales’!

Referente central es el gasto público.

Mientras que en Uruguay el Gasto Público total osciló entre el 29–30% del PIB, el de México osciló entre el 26 y el 27% del PIB.

¿Y cuánto emplearon en Gasto Social?

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El de Uruguay fue del 22% del PIB (uno de los más altos de América Latina).

En tanto, el de México fue de alrededor del 8–9% del PIB en programas sociales directos, pero en el que los recortes a instituciones autónomas, fideicomisos, universidades, ciencia y cultura incidieron seriamente en esa disminución.

Uruguay, bajo Mujica asignó más recursos al gasto social como proporción del PIB, con una orientación redistributiva. En México, AMLO reorientó el gasto sin aumentar sustancialmente el tamaño del Estado, lo que limitó la profundidad estructural de sus reformas sociales.

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A su vez, si bien los índices de la deuda pública fueron semejantes, el manejo de ella denota, otra vez, profundas diferencias.

La deuda pública de Uruguay se ubicó entre 59% y 66% del PIB, (equivalente a 33 mil 626 millones de dólares), pero que fue mejor calificada debido a una buena gestión de reservas y vencimientos, lo que ubicó el Riesgo país como ‘Bajo y controlado’.

México, bajo el gobierno de López Obrador, tuvo una Deuda pública bruta que pasó del 43.6% del PIB a 51.4% del PIB.

Al cierre de enero de 2025, se ubicó en 17.536 billones de pesos (equivalentes a 835 mil 47 millones de dólares).

Además, AMLO dejó una parte muy grande del gasto comprometido a futuro, especialmente por las pensiones y megaproyectos.

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La deuda fue considerada de riesgo moderado, pero con advertencias del FMI y calificadoras por la falta de inversión en infraestructura social y una muy baja recaudación fiscal.

Ambos gobiernos lograron reducciones notables en la pobreza, aunque en términos relativos, Mujica tuvo mayor impacto proporcional y sostenido, con una economía estable. En cambio, la pobreza multidimensional en México es estructuralmente alta.

Los dos mejoraron la distribución del ingreso, pero Uruguay lo hizo a través de una combinación de política fiscal progresiva y aumento del ingreso laboral, mientras que en México la mejora se logró fundamentalmente a través de transferencias monetarias directas (pensiones, becas, programas como “Jóvenes Construyendo el Futuro”), que se sostienen sin una reforma fiscal y con la presencia de una muy elevada informalidad.

Pero en donde las diferencias todavía son aún más notorias es en el manejo del gobierno -la gobernanza, le llaman-.

Mujica fortaleció la institucionalidad democrática, respetó la independencia de los poderes y de los organismos técnicos.

Uruguay suele encabezar los rankings mundiales de transparencia, democracia y Estado de derecho.

AMLO, en cambio, mantuvo intentó -y obtuvo- una mayor concentración del poder, con el debilitamiento de los contrapesos institucionales; incluido el último y más importante, el del Poder Judicial, con la consiguiente desaparición del organismo garante de la constitucionalidad.

El resultado es un agudo fortalecimiento del presidencialismo.

Nada que ver con el de Pepe, que combinó crecimiento económico, reforma fiscal progresiva y fortalecimiento institucional., lo que lo llevó a una reducción profunda de la pobreza y la desigualdad, con efectos duraderos.

Sí que hay diferencias.

Es que son -fueron- diferentes.

Si, porque Pepe venía de la larga tradición socialista -y de izquierda- uruguaya.

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Luis Javier Valero Flores

Director General de Aserto. Columnista de El Diario